Mis recuerdos de la
escuela cuando era niña se remontan a aquellas actividades artísticas en las
que participaba. No recuerdo los contenidos básicos como las ciencias, las
matemáticas o la historia, a menos que me
pidieran realizar un producto artístico y aunque han pasado
aproximadamente 15 años aún me acuerdo
de la canción que compusieron unos compañeritos acerca de la vida de Benito
Juárez García.
Mi paso por la
educación secundaria no fue muy distinta, ahora como maestra, comprendo el porqué las son artes un recuerdo significativo para
mí, pues estas se relacionan directamente a mi
estilo de aprendizaje y a mis aptitudes ante disciplinas como el deporte y
obviamente a mi cariño por la danza, el teatro y la música.
En pláticas con varios
amigos a lo largo de estos años descubrí que no hay casi nadie que no recuerde
su participación en algún evento artístico escolar.
Mis recuerdos de la
preparatoria se conectan nuevamente a las artes. Al participar en el grupo de
Danza del plantel 7, "Nahuajirachí", a cargo del maestro Carlos
Guerrero y la
Lic. Lilia Ruvalcaba. A la par de estudiar el nivel medio
superior, estudié una carrera técnica con perfil en Danza. Fue esta experiencia
de estudiar en el Centro Municipal de las Artes la que me llevó a concebir la Danza
como algo más que un pasatiempo y a la tierna edad de 15 años decidí que quería
dedicarme a esto el resto de mi vida, pues mis momentos más valiosos estaban
relacionados al baile, el canto.
Hacia finales de mi
educación medio superior y recién egresada del CMA, debía decidir la carrera a
estudiar, por azares del destino comienzo a trabajar como maestra de Danza
folclórica. Ser maestra nunca había sido una opción atractiva para mí y menos
cuando se tiene 17 o 18 años. Al inicio resultó ser una muy mala experiencia;
recuerdo dar mis clases de folclor en nivel básico en un colegio de monjas muy
bien equipado, con todos los elementos para una clase de artes adecuada, pero
con tan poca experiencia didáctica que al pensar en ese momento me da tristeza
y pesar por los niños aburriéndose rápidamente. Sin embargo, la experiencia al
pasar de los meses se convirtió en un reto que concluyó en una presentación
hermosa que incluyó a varios de mis alumnos con discapacidad motriz. Ese primer
empleo fue el cual sembró la semilla el famoso "Y SÍ MÁGICO" del
teatro.
¿QUÉ PASARÍA SI SOY
MAESTRA DE DANZA?
Como buen adolescente
en transición a la adultez, empecé a cuestionarme si la Danza era el amor de mi
vida, aunque disfrutaba de bailar cada domingo en el Foro del CMA, estar en el
escenario había dejado de ser tan emocionante, a la par debía decidir si
continuaría trabajando o estudiaría la universidad, por aquella época en 2011.
Había tenido la oportunidad de participar en una obra de teatro "QUÉ
PLANTÓN" en la materia de actuación para bailarines de CMA, fue hasta ese
momento que entendí que, si bien el bailar durante 3 años sin interrupciones
había sido una gran experiencia, el cantar y actuar era mucho mejor.
Sentí que en el teatro
el contenido iba más allá de la forma, en la danza importaba mucho la estética,
la figura del bailarín. En el teatro podías ser cualquier persona, en éste
tenías miles de herramientas expresivas además del cuerpo y eso sin duda me
cautivó.
En el teatro tenía la
posibilidad de emplear las palabras, te dejaba ser alguien más, el teatro era
lo que había esperado.
No sabía nada del
teatro, sólo recordaba la obra de títeres que hice en quinto de primaria, pero
con mis carentes referentes de la disciplina artística, y con mis 18 años y la
inexperiencia que hace que todo parezca sencillo, tomé la decisión de irme a
estudiar TEATRO a la ciudad de Chihuahua.
Y Bueno, Nunca cambié
de idea...
O ¿Sí?...
Nos vemos en la siguiente entrega. "Camino a la docencia"
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